Tras meses de
contacto permanente, madre y bebé se separan. Ella vuelve al trabajo, y ambos
sienten el dolor de la ausencia. Es un momento difícil en el que hay que dar
todo el amor posible.
La
relación entre madre e hijo es muy intensa y, durante los primeros años, casi
cualquier separación es dolorosa para ambos. Bueno, no sé si la separación deja
alguna vez de ser dolorosa para la madre…
Pero,
¿por qué siempre “madre e hijo”? No, no estoy olvidando el importante papel del
padre, ni mucho menos participando en una oscura conspiración para mantener a
las mujeres en sus casa. Para hablar con absoluta propiedad, cada niño
establece una relación especial con una “figura de apego primario”. Esa figura
puede ser el padre, o la abuela, o una cuidadora. Pero en todo caso sólo es
una, y casi siempre es la madre. Como “figura de apego primario” es largo y
feo, en lo sucesivo diré simplemente “madre”.
UN VÍNCULO FUNDAMENTAL
A
partir de su relación con la madre, el niño establecerá más adelante otras
relaciones con otras figuras de apego secundarias: padre, abuelos, hermanos,
amigos, maestros, novios, compañeros de trabajo, jefes, cónyuge, hijos… Cuanto
más sólida y segura es la relación con la madre, más sólidas y seguras serán
las demás relaciones que el individuo establezca a lo largo de su vida.
Está
relación entre madre e hijo se mantiene por una serie de conductas de apego
instintivas, tanto en una como en otro. La conducta del recién nacido es
completamente instintiva, aunque con el tiempo va aprendiendo a modificarla en
el sentido que marcan las pautas sociales.
La conducta de la madre es
en gran parte aprendida, pero por debajo siguen estando unos sólidos instintos.
No cuidas a
tus hijos porque te lo hayan explicado en el curso de preparación al parto, ni
porque lo recomiendan en artículos con éste… hace millones de años, las mujeres
ya cuidaban a sus hijos, y la prueba es que todavía seguimos habitando el
planeta. Ningún niño puede sobrevivir si alguien no lo cuida, protege y
alimenta durante largos años, con infinitas dosis de dedicación e infinitas
dosis de paciencia.
Habitualmente,
las creencias, costumbres y normas sociales van en el mismo sentido que el
instinto, y no hacen más que matizarlo o encauzarlo. Pero cuando las normas nos obligan a vivir en contra de nuestros instintos
surge el conflicto. Si alguna vez, en el cuidado de su hijo, una madre se
sorprende a sí misma pensando algo así como: “Se me parte el corazón, pero no
hay remedio que hacerlo”, o “Pobrecito, qué pena da, pero es por su bien”,
probablemente esa madre se encuentra luchando contra sus más íntimos deseos.
Los
niños pequeños no pueden consolarse con ese tipo de razonamientos.
Sencillamente, cuando su instinto va por un lado y el mundo por otro, se
enfadan muchísimo.
EL DOLOR DE LA SEPARACIÓN
Cuando nuestras antepasadas
sentían la necesidad de acercarse a su hijo, simplemente se acercaban. Probablemente sólo estaban
separadas de sus hijos de forma ocasional y accidental. Aún hoy, una gran parte
de las madres del mundo llevan a su hijo pequeño a la espalda durante todo el
día, y luego duermen a su lado durante toda la noche.
Las madres occidentales, y
no sólo cuando trabajan fuera de casa, tienen muchas más oportunidades para
experimentar la ansiedad de la separación. En algunos ambientes, la madre que pasa mucho
rato con su hijo es criticada; se insiste en que reserve tiempo para sí misma,
para su marido, para actividades sociales –en las que por supuesto, llevar un
bebé sería de muy mal gusto.
La
ansiedad de la madre que debe separarse de su hijo durante unas horas, para ir
al teatro o al restaurante, es un tema habitual de las telecomedias: los
complejos preparativos, las inacabables instrucciones a la canguro, las
llamadas telefónicas, el precipitado regreso a casa…
La
reacción del bebé por su parte, no está en principio mediada por factores
culturales. El recién nacido se comporta igual ahora que hace un millón de
años.
Pero
los niños aprenden pronto, y adaptan su conducta a la respuesta del entorno.
Por ejemplo, un bebé al que sistemáticamente se ignora, al que nadie coge en
brazos cuando llora, acaba por no llorar. No es que esté acostumbrado, ni que
haya aprendido a entretenerse solo, ni que se le haya pasado el enfado; en
realidad, se ha rendido, se ha dejado llevar por la desesperación.
TEST DE LA SITUACIÓN EXTRAÑA
Basta
con una separación muy breve para desencadenar una conducta específica –“salgo
un minuto de la habitación y se pone a llorar como si le estuvieran matando”.
El
método habitual en psicología para valorar la relación madre e hijo, alrededor
del año de edad, es el llamado “test de la situación extraña”. Consiste,
básicamente, en que la madre salga de la habitación en la que está distraído,
dejándolo en compañía de un desconocido, permanezca fuera de la habitación tres
minutos, y luego vuelva a entrar.
El niño con un apego seguro,
en cuanto nota la ausencia de su madre, la busca con la mirada, se dirige hacia
la puerta, con frecuencia llora. Cuando la madre vuelve a entrar la saluda, se acerca
a ella, se tranquiliza rápidamente y sigue jugando.
Los
niños con un apego inseguro o ansioso se clasifican en dos grupos: elusivos o
evitantes -parecen tranquilos mientras la madre no está, y la ignoran
deliberadamente cuando vuelve, disimulando su propias ansiedad-, y resistentes
o ambivalentes –se alteran mucho cuando la madre no está, pero cuando vuelve se
muestran agresivos con ella y tardan mucho en volver a la normalidad.
Mucha gente confunde los
síntomas. Llaman “caprichoso” o “enmadrado” al niño que tiene una relación
normal con su madre y elogian al que muestra un apego elusivo como demuestran las frases,
“Qué bueno, se queda con cualquiera”, “No molesta”, “Se entretiene solo”…
RESPONDER CON AMOR
Incluso
los niños con un apego seguro pueden mostrar conductas evitantes y ambivalentes
cuando la madre vuelve del trabajo. Pueden ignorarla, negándole el saludo y la
mirada; o bien colgarse a ella como una lapa y exigir constante atención, o
incluso mostrarse agresivos.
Es
muy probable que alternen las tres conductas en rápida sucesión. Es importante
que los padres comprendan y reconozcan que estas conductas son normales. No hay
que tomárselo como algo personal, tu hijo no ha dejado de quererte ni nada por
el estilo. No está enfadado contigo, está enfadado por tu ausencia.
Enfadarse, devolver el
desdén con desdén, intentar técnicas educativas para modificar la conducta del
niño, no es más que una pérdida de tiempo. Ya que puedes estar pocas horas con él, al
menos dedica esas horas a prestarle atención y cariño, a demostrarle que lo
sigues queriendo igual aunque él esté enfadado. Tómalo en brazos, juega con él,
recarga pilas antes de la próxima separación.
RESPUESTA A LA SEPARACIÓN
La
intensidad de la respuesta a la separación depende de muchos factores: la edad
del niño, la duración y frecuencia de las separaciones, la persona que
sustituye a la madre y, el más importante de todos, la calidad de la relación
de la madre.
En
realidad, la mejor medicina para
suavizar el golpe de la separación es darle al niño todo el cariño y contacto
físico que se pueda durante esos primeros meses en el que la madre sí puede
estar con el pequeño.
Después
de los tres años, y sobre todo de los cinco, ese buen comienzo da frutos
manifiestos. Son entonces los niños que habían tenido una relación más intensa
y afectuosa con su madre los que mejor se adaptan a la separación. Porque el
cariño ilimitado de los primeros años les ha dado la confianza en sí mismos y
en el mundo que necesitan para iniciar el camino de la independencia. Ahora sí
que están contentos en la escuela, y es verdadera felicidad y no simple apatía,
una felicidad basada en la seguridad de que su madre volverá y les seguirá
queriendo.
CÓMO AFRONTAR LA SITUACIÓN
Para un niño nada
suple la presencia de una madre, pero es más capaz de sobrellevar la separación
si se siente acompañado y comprendido.
El
primer día que vayas a trabajar será probablemente la separación más larga de
tu hijo desde que nació. Hasta ahora, cuando estaba solo, lloraba, y alguien
aparecía en pocos minutos y lo cogía en brazos; normalmente tú. En pocos
minutos se consolaba.
TÚ DECIDES
A
veces, las madres se sienten muy presionadas por su entorno por volver a
trabajar. Nuestra sociedad, organizada por hombres y para hombres, nos repite
continuamente que la única forma de realizarse es trabajar. No es cierto. Cuidar y dar amor a un niño, ayudarle a que
crezca seguro y desarrolle todas sus potencialidades es la tarea más importante
que puede hacer cualquier ser humano. Y también la más enriquecedora en
países más igualitarios como Noruega, Holanda o Suecia –donde las mujeres
tienen derecho a 96 semanas de baja por maternidad-, la sociedad está muy
acostumbrada a que las madres dejen de trabajar durante unos años y luego se
incorporen al mercado laboral. También son mucho más frecuentes las medias
jornadas.
En
España, por ley, se tiene derecho a una baja de 16 semanas por maternidad y a
trabajar media jornada hasta que el niño cumple seis años. Por cierto, que los
padres también pueden acogerse a la misma baja, aunque por ahora lo hace menos
de un 1%.
De
todas formas, muchas veces resulta absolutamente imprescindible trabajar, por
motivos económicos, personales o del tipo que sean. En todo caso, se tarta de
una decisión muy importante y es sólo tuya.
ACOMPAÑA A TU HIJO
Si
tienes que separarte de tu hijo para trabajar, acompáñalo en la primera parte
del proceso. Enséñale de tu mano que no
tiene nada que temer y que puede aceptar el afecto de otras personas. No
estamos hablando de dejarlo solo con la canguro o en la guardería quince días
antes de que empieces a trabajar; primero una hora luego dos…
Eso
tal vez sea un poco mejor que dejarlo ocho horas de golpe, pero muy poco mejor.
Lo que estás haciendo, en realidad, es adelantar la separación en dos semanas,
y desperdiciando parte del precioso tiempo que aún os queda para estar juntos.
De
lo que se trata es de que la canguro venga a casa y estéis las dos con tu hijo,
o de que vayas tú a la guardería y permanezcas allí con él una, dos o tres
horas. Si tu hijo conoce a los nuevos cuidadores precisamente cuando más
angustiado está porque se ha separado de ti, es probable que asocie esas
sensaciones desagradables al nuevo lugar o a las nuevas personas. En cambio, las personas y lugares a las que conoció en
momentos de felicidad –es decir, estando contigo- le traen recuerdos agradables
que lo ayudarán a soportar vuestra separación.
LA NOCHE TAMBIÉN VALE
Muchas
madres que trabajan deciden meterse al niño en la cama por la noche. Es la
manera más fácil de satisfacer las necesidades de pecho y contacto que tiene y,
al mismo tiempo, dormir lo suficiente para poder mantener la cordura. Recuerda, el meollo de la conducta de
apego, lo que tu hijo instintivamente necesita, es tu presencia. Incluso
una madre dormida le sirve, al menos por la noche. Ya he tenido la tarde para
mirarle a los ojos, hablarle, jugar con él… ahora puedes dormir tranquila, que
tu hijo ya se tranquilizará cuando te vea a su lado.
PREPÁRALO PARA LOS CAMBIOS
A
veces, el niño experimenta un cambio aparentemente brusco. Por ejemplo parecía
bien adaptado a la guardería y de pronto se resiste con uñas y dientes tras las
vacaciones de Navidad o verano. En esos casos, suele pasar que ha sido tan
feliz contigo que ahora la pérdida se le hace más evidente. El niño piensa: “Si
la semana pasada se quedó conmigo, ¿por qué no puede quedarse también esta
semana?”.
En
cualquier caso, ten en cuenta que la solución siempre a tu alcance y acertada
es que le ofrezcas a tu hijo toda la atención y el afecto que puedas. Acepta su
conducta como normal, reconoce que sus llantos y protestas no son “caprichos”,
sino pruebas de amor.
DEJAR A TU HIJO EN BUENAS MANOS
Cuando decidimos
dejar al niño al cuidado de otro empieza el importante proceso de elegir al
sustituto. Éstas son las principales opciones.
La
regla general a la hora de escoger una persona que se ocupe de nuestro hijo mientras
trabajamos es que se trate de alguien cercano al niño –o lo pueda llegar a
ser-, que disponga de tiempo para él, que sea digna de confianza, estable y
madura.
ABUELOS Y OTROS FAMILIARES
Los familiares deben tener
ganas de encargarse de su hijo, y salud y fuerza suficiente para hacerlo. A veces vemos abuelas
auténticamente explotadas, la palabra es dura pero real.
En
el otro extremo, algunas madres podrían dejar a su hijo con un familiar deseoso
de cuidarlo, pero no se atreven por temor a parecer “aprovechadas”. Una forma
de superar esta situación es pagar por el cuidado de tu hijo. Así podrás tener
una buena atención sin sentir que te aprovechas, y a la vez, ayudar económicamente
a unos abuelos con una pensión escasa o una hermana en paro.
ALGUIEN AJENO A LA FAMILIA
Un
gran cuidador puede ser también una amiga que necesite un trabajo. Si tampoco
esa opción es posible, puedes buscar a una profesional en quien puedas confiar.
Y no es mala idea buscarla en la guardería. Allí van las estudiantes de
puericultura a hacer prácticas y los responsables del centro las conocen y
evalúan. Ellos podrán recomendarte alguna. No
tengas miedo a parecer obsesiva a la hora de escoger a la canguro. Tienes
todo el derecho del mundo a desconfiar, a pedir referencias y examinarla:
“¿Crees que es bueno cogerlo en brazos?”, “¿Qué harás cuando llore?, “¿Y si no
quiere la papilla?”. Al fin y al cabo, le estás confiando tu bien más preciado,
tu propio hijo.
EN CASA DE OTRA PERSONA
En
ocasiones, tres o cuatro amigas con niños de edades similares se ponen de
acuerdo, una cuida a todos los niños mientras las otras trabajan, y comparten
sus ganancias. En algunos países, los gobiernos facilitan y subvencionan estos
arreglos.
EN LA GUARDERIA
Actualmente,
llevar al niño a una guardería es la opción menos recomendable pues, por
desgracia, la legislación española permite ocho niños menores de un año por
cuidadora, y muchos más después de un año, lo que es absolutamente incompatible
con una atención adecuada.
Si finalmente necesitas
llevar a tu hijo a una guardería, visita varias y comprueba cuántos niños hay
en cada una, cómo
les tratan, el carácter y la simpatía de las señoritas, si dejan entrar a la
madre… Si trabajas lejos de casa, te conviene un centro cercano a tu lugar de
trabajo: así podrás estar una hora más con tu hijo al ir, y otra al volver, y
tal vez incluso visitarlo a la hora del bocadillo.
Artículo de Carlos Gonzalez
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